Pocos traumatismos son tan desafiantes para el médico como las heridas faciales debido a su doble responsabilidad sobre la reparación del defecto y la recuperación de la función, ya que cualquier secuela o deformidad puede motivar un trauma psicológico importante.
Las heridas de los tejidos blandos son la forma más frecuente del trauma facial y se caracterizan por su espectacularidad y tendencia a la hemorragia que nos pueden llevar a desatender posibles fracturas o lesiones en otros órganos o sistemas. La presencia de hematoma, dolor e impotencia funcional no son signos ciertos de fractura facial y pueden aparecer en las contusiones y en las lesiones de partes blandas.
También debemos tener presente que las heridas que cruzan las unidades estéticas de la cara o aquellas que no son paralelas a las líneas de tensión de la piel (líneas de Langer) tendrán un peor pronóstico de cicatrización.
Mientras que el paciente no esté en condiciones de ser sometido a una anestesia general para tratar las heridas complejas y las fracturas podemos realizar con anestesia local la reparación de las heridas de menor importancia. En espera de la sutura las heridas se cubrirán con un grueso apósito húmedo para evitar su contaminación aunque, para obtener los mejores resultados, siempre sea preferible reparar las heridas lo antes posible ya que el edema hace que los tejidos sean menos flexibles y más duros para ser aproximados con precisión
Manipulación de los tejidos: La piel debe ser manipulada con pinzas finas con dientes de ratón (pinzas de Adson) o con erinas de manera que se evite la compresión de los bordes de la herida lo que ocasionaría necrosis de los mismos. Antes de realizar el cierre de la herida debemos explorarla minuciosamente -con el fin de identificar estructuras especializadas como nervios, vasos, músculos o conductos- y proceder a la palpación de la profundidad de la herida para detectar fracturas no visibles en las radiografías o cuerpos extraños profundos.
Limpieza: La limpieza de la herida es fundamental y se realiza con suero fisiológico o agua y jabón. Para evitar el dolor ésta deberá realizarse una vez anestesiada la zona. El rasurado no es aconsejable aunque, en caso necesario, podemos cortar con tijeras el pelo (tricotomía) para facilitar la sutura y la manipulación de los tejidos.
Retirada de cuerpos extraños: La sangre y los cuerpos extraños (cristales, metales, astillas de madera, arena) deben ser retirados.
Desbridamiento: En el área facial debemos ser muy económicos con el desbridamiento de tejidos engrosados o previsiblemente inviables. Sólo deberemos realizar Derviche si éstos están francamente revitalizados, en el caso de aparición de fondos de saco o para transformar los bordes biselados en perpendiculares.
Evacuación de los hematomas: Los hematomas tras un traumatismo facial son muy frecuentes, sin embargo, la indicación absoluta de drenaje se restringe única y exclusivamente a las áreas que poseen estructuras cartilaginosas (pabellón auricular y septo nasal) debido a la posibilidad de provocar destrucción de las mismas (condrolisis) por infección o como consecuencia de los efectos tóxicos del proceso de absorción del mismo hematoma.
Sutura: Las heridas deben suturarse por planos de manera que consigamos, tanto obliterar los espacios muertos potenciales como, también, descargar la tensión de las suturas cutáneas externas para permitir su retirada precoz. La sutura intradérmica, reabsorbible o irreabsorbible, tiene la ventaja de evitar las marcas de los puntos en la piel.
Apósito: La mayoría de las heridas de la cara no precisan vendaje, excepto en la región frontal y cuero cabelludo donde pueden producirse hematomas.
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